lunes, 28 de marzo de 2011

Sólo la luna

Uno de esos días que en pocos segundos nace una y otra vez; sin esconderse jamás. Se conformamaban con la luna. Sólo la luna y unas farolas de ardiente fuego. Hablaban, gritaban, susurraban, reían. Invisible gente les trataba con indiferencia. Estrellas brillaban para ellos. Se acercaba, ascendía, olía sus cabellos, seguía anocheciendo. El viento afilado, frío y caliente, estremecedor. Sentían como hasta el último bello de su piel se erizaba en dirección lunar, donde sus mentes ya habían aterrizado hacía rato. Seguía anocheciendo. Y anocheciendo sin parar. Y el día nacía, nos saludaba, nos reía, nos envidiaba, nos lloraba... Y volvía a marcharse. ¿Qué estaría pasando en el resto del mundo? La energía de las farolas se consumía. ¿Acaso nunca las apagarían? Ríos de saliva fundiéndose en abrasador fuego de día y oscuridad. Manos traviesas, curiosas, inocentes, perversas como las mentes abrasadas por unas bombillas de bajo consumo alumbrando la calle. Sólo la luna. Sólo ellos dos, sólo ese momento, sólo ese mundo, sólo esas bombillas de bajo consumo en un día en que se veía la luna.. Sólo ellos. Sólo la luna.