viernes, 26 de abril de 2013

Manos de fuego

De acuerdo, sígueme. Pero coge provisiones, recuerdos, ilusiones y un par de corazones antes de hacerlo. Supiste que desaparecería la realidad y que dejarías de existir para empezar a ser. Te hice la oferta más tentadora, te robé parte de ti y te regalé parte de mi. Nos quedamos iguales. Nos fundimos en un monstruoso ente de ilusiones e inseguridades. Te ofrecí mi mano ardiendo. Y la abrazaste a tu alma.

-Aceptaste.

-¿Acaso existe un cielo o un infierno?

-No lo sé, pero por si acaso vístete de gala. 

Y te llevé a dónde residian tus miedos, tus no sé qué me ocurre, tus novelas a medio escribir. Y le prendí fuego y así pudimos entrar, pues tú y yo ya éramos fuego. Incluso tal vez ya lo éramos antes de cruzarnos. 

-¿Cómo se abre la puerta?

-Debes pagar la entrada con sangre. 

Y decidiste hipotecarte, por si era la mejor opción para empezar a no existir. Por si al final del sueño todo tenía su explicación, todo tenía un orden y una razón de ser. Por si los eslabones de tus cadenas se levantaban en rebeldía. Y así descubriste que el fuego te mantenía con vida, pese a todo.

-Pese a todo, iré contigo. 

-No puedo prometer que no te arrepentirás. 

-Sólo prométeme que no me dejarás apagarme.