domingo, 12 de diciembre de 2010

El paso del tiempo

-Acostumbra a caminar a merced de nuestras acciones y nuestras decisiones. Lleva un vestido lo suficientemente resistente como para no ceder ante las manos desesperadas que se aprietan sobre él. Dichoso sea quien pueda permitirse el lujo de besar por donde pisa. De poco sirve agarrarse a sus faldas e intentar retenerla, pues su caminar frío, inexpresivo, amorfo y quizá cruel no cesa ni uno solo de los instantes que los poetas despechados dedican a sus musas o los que son ancianos de espíritu a sus recuerdos desgastados en arrugas y papel. Dicen que inexorablemente nos lleva hasta un abismo desconocido, aunque yo no lo sé, no lo he visto nunca. ¿Y tú?

-No he oído hablar de tal abismo, pero la descripción que me hace usted me conduce a imaginar una bella mujer con ése aire seductor que tienen todas las cosas imposibles.

-Dices mucha verdad llamándola imposible. Pero debo decirte que no es una mujer, sino la manecilla del reloj, la habitación vacía que contempló dentro de si tantas confesiones de amor, el río donde los niños venían a jugar pero ahora ya se secó... Podrías llamarlo en pocas palabras, el paso del tiempo. Aun así, mejor sentirte seducido por él que matarlo, como hacen algunos.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Una gota de felicidad





 Está lloviendo.
-Sí. Coge mi mano.
-¿Cómo?
-Coge mi mano, justo donde ha caído esa gota.
-¿Por qué?
 



-Para convertirla en un océano. Para recordar el ayer, cuando hacía tanto sol. Para mojarme en tu tacto hasta secarme en tus labios. Te mojarás, lo sé, pero si confías en mi, coge mi mano.
 

[El sol se había escondido, por miedo, y contemplaba agazapado entre el manto de oscuridad. A traición, ese aliento gélido de las nubes rodeaba las calles y contagiaba las manos de los enamorados, que se mantenían en debate entre el calor de la lana y el de la mano ajena. Entre tanta oscuridad debía de haber alguna esperanza. Y el sol fue testigo: se cogieron las manos, y se miraron.]

-Te he cogido la mano, pero el sol no ha salido...

-¿Y quien dijo nada del sol? Yo solo quería sacarte una sonrisa.
-¿En serio?
-Sí, y lo acabo de conseguir, has sonreído. Pero no ha sido una sonrisa cualquiera, ha sido una de las de antes, igual que la que me dedicaste la primera vez que me dijiste que me querías. ¿Por qué no volvemos a empezar el juego?
-De acuerdo.
-Ya no tengo una gota en la mano. Ahora la tengo totalmente empapada. Y también te la he mojado a ti.
-Te quiero.
-Y yo.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Un dibujo

La luz tenue, azul, oscura, mirona, curiosa; les espiaba en aquel elevado lugar. A una ventana del cielo. A cinco pisos de la felicidad. El día que volvió las paredes le dijeron que habían escuchado palabras. Palabras vacías que las miradas llenaban, palabras sin sentido, sin-sentidos bellos en si mismos, palabras de amor. La niebla castaña rojiza le arrolló el entendimiento, similar al efecto que produce el impacto de un camión. Dejó de pensar. Ojalá dejase de hacerlo más a menudo. Era el fuego del arte invisible, el sentido por descubrir por la ciencia, la fantasía efímera en un mundo plagado de realidad. Ése toque absurdo que tiene la felicidad. Ése punto de idealismo que tenemos todos los que afirmamos ser felices. Aprovechó la inspiración dibujando una bella obra de arte con los dedos sobre su espalda. Aprovechó el regreso a la realidad para irse a dormir antes esa noche... Tenía que acabar el dibujo, ni que fuese en sueños.

Ego, redacción 2 Bachillerato

La idea que los demás individuos que rodean mi vida (ya sea por los pasillos de la escuela, o en mis dominios sociales) tienen acerca de mí me resulta bastante intrigante. Sé que tú eres una de estas personas que no me conoce y se muere por hacerlo. En ese caso no podrás observar encuestas, ni siquiera un par de testimonios, acerca de mí. Tendrás que conformarte con mi palabra, la cual te aseguro que es más fiable de lo que acentuada puede ser mi arrogancia. Soy un joven de 17 años, completamente correcto y trabajador en la escuela, que siempre realiza sus deberes (véase esta misma redacción que estoy haciendo, como prueba de ello). ¿Buena persona? En fin, dejé de creer en el bién y en el mal cuando mis padres me confesaron que lo de los reyes magos era una farsa. No veo de gran utilidad seguir extendiéndome, ergo confio que a partir de estas palabras puedas juzgarme sin problemas, y así resolver mi gran intriga acerca de la imagen que transmito... Muchas gracias por la atención, esperaré impaciente tu respuesta, querido amigo imaginario.

domingo, 14 de noviembre de 2010

El espejo del desierto

Me sorprendió indefenso. Me convenció a dejarme llevar y tranquilizarme a la vez que me intrigaba. No era exactamente tranquilidad, sinó que el tiempo se había ralentizado. Con esa mirada inexpresiva me pareció que podía ver mi alma, que leía mis pensamientos. Tenía ese aire seductor de las cosas imposibles, y para mi sorpresa no me sentí incómodo. Mirar esos ojos producía magnetismo, me resultaban familiares. Su sonrisa precedió un saludo cordial. Entonces, sin más se desvaneció y solo quedaron dunas, y un espejo roto.