lunes, 13 de julio de 2015

Menos mal que solo creí verte

Y menos mal que solo creí verte. Esas calles están malditas desde que pasamos por ellas. De repente no nos conocemos, somos extraños y deberíamos fingir que no sabemos el nombre del otro. Pese a que aún recuerdo tu cumpleaños. Qué situación tan macabra. Hablaríamos del calor que hace, de cómo van nuestras vidas, y quedaría en segundo plano hablar del por qué realmente hablamos o el por qué no hablamos. Ni siquiera sería hipocresía, solo una conversación de autómatas. Pero la parte de nuestra mente que aún siente, aún recuerda y aún actúa de forma consciente se estaría preguntando a gritos qué hacemos allí. Por qué hemos roto la rutina nómada de nuestras vidas para pararnos a contemplar una huella en el suelo ya casi borrada. Se preguntaría también por qué nos ponemos a hablar de gilipolleces cuando quedaron tantas cosas por hablar. Por qué nos damos la mano y no un puñetazo. Y por qué un café con leche si a mí no me gusta el café. Por qué mirarte a los ojos de vez en cuando mientras hablo; en el fondo es obvio que hablamos para nosotros mismos, sin importar el otro. 

Supongo que el miedo a perder esa batalla de egos acelera brutalmente mi corazón cada vez que paso por esas calles.

 Menos mal que solo creí verte.


sábado, 27 de junio de 2015

Con permiso de la pólvora

Con permiso de la pólvora, no existe en el mundo nada más explosivo que la mente humana. Energía contenida en una larga mecha esperando ser prendida por algo, por alguien, por el ahora. Tremenda luz cegadora para casi todos, ¿dónde habré dejado mis gafas de sol? La  explosión no se atenúa, no desaparece, no se puede esconder por demasiado tiempo.  O me niego a que sea así. Allá reviente los prejuicios, allá exploten los miedos, allá vuelen en mil pedazos los mañana. Que, hoy, me limitaré a sentarme y disfrutar como si de fuegos artificiales se tratase. Pasadme las gafas de sol y quedaos en vuestras casas no vaya a ser que os alcance la onda expansiva. Energía puesta en libertad, explosiones alcanzando su plenitud de belleza. Con permiso de la pólvora, no existe ni existirá en el mundo nada más explosivo que la mente humana.