martes, 26 de febrero de 2013

Caja de resonancia

Olvídate. Olvídate tú, que yo no he sido capaz. Olvida el sol que te susurra al oído, olvida las luces que decoran tu navidad, olvida como yo te robé esa navidad. Si la memoria no me falla, me duraste una eternidad. La más breve de mi vida. Y es que tal vez mi error siempre haya sido perseguir el tiempo en lugar de dejarme alcanzar por los momentos. Y esperar que esos momentos duren más tiempo cuando me alcanzan. Y la verdad es que solo ahora, que has convertido mi vida en una caja de resonancia, comprendo que los momentos tienen que ser breves para convertirse en eternos. Pero olvídate. Olvídate de una vez, déja de quemarme, yo no puedo olvidarte, no, no quiero olvidarte.  Supongo que te odio, pero no podría vivir sin ti. Cada día vuelves a mi con una máscara distinta, me dices cosas distintas. Y cada día espero que me digas siempre lo mismo, espero poder predecir lo que tienes para decirme, pero no, nunca es así. Paso la vida improvisando; todo desde que convertiste mi vida en una caja de resonancia. E intento organizar las páginas, intento dibujar un camino, intento también sin éxito dejar que el día me convenza. Olvídate, olvida las luces que decoran tu navidad y como yo te robé esa navidad. Olvida un silencio eterno y una sonrisa efímera. Olvida la luz artificial y olvida los caminos empedrados. Porque tú has convertido mi vida en una continua caja de resonancia, noche. Y cada día vuelves a mi, y traes una cara distinta pero sigues siendo la misma. 


De niños intentamos encajar por la fuerza piezas de un puzzle que no encajan. Y al crecer, bueno, somos más altos...