martes, 20 de septiembre de 2011

Otoño

Y sí, ese saludo tan cordial, esa sonrisa tan fría. Todo hablaba por si sólo. Se habían dicho muchas cosas en aquel tiempo, pero nunca habían vuelto a hablar. Como si aquellos niños que compartían brazos en aquellas frías tardes, ya no existieran. Y tal vez no. El pasado entristece, tanto con las cosas buenas como con las malas. No existe ser más cruel que el tiempo. Pero ninguno de los dos podía decir con sinceridad no haber pensado. No haber recordado los tiempos pasados con un pinchazo en el corazón, y haberse planteado como serían ahora las cosas si no hubiesen crecido demasiado deprisa. Tal vez ya no haga tanto frío. La existencia deja cicatrices posibles de olvidar, pero que sin embargo, al mirarlas siguen estando ahí.