El escritor no es feliz con halagos, el escritor no es profesional ni aficionado, artista ni objeto de crítica, el escritor es parte del aire que respira el corazón, es un ser cruel que crea y destruye vidas a placer, juega con los sentimientos ajenos en una vorágine sin fin de mentiras.

No existe el arte literario nacido de la indiferencia, no puede el escritor estar tranquilo, ni sosegado ni agitado.
Solo de las emociones más fuertes del alma, esas que ni la misma razón puede entender, nacen aquellas que hacen que la razón tenga un porqué para entender y el corazón un porqué para latir.