Vete, ya no pintas nada. Pero sabes que miento, sabes que has dibujado parte de mi y que yo puedo volver a dibujarte cuando quiera. Y que de hecho lo haré y el pretexto será bien absurdo.
Al fin y al cabo, solo eres una sombra. Pero me hablas, yo te enseñé a hablar aún sin tenerme delante mientras que tú me enseñaste a escuchar el eco del silencio. Ahora ambos somos parte del mismo suelo que pisamos con esa monstruosa, casi demente imitación perfecta.
Y en el fondo temo el día que te despegues de mi, que camines con autonomía, que solo me quede el periódico que cada tantos días que no sé contar me traigan los recuerdos. Soy luz y tú oscuridad, pero que alguien me diga quién de los dos podría existir sin el otro. Y es que, debes de ser sombra. Más cuando por el día me sigues y eres parte de mi, mientras que por la noche me envuelves en tu sábana.
1 comentario:
Es precioso... Apacible, suave, delicado. Me ha recordado a uno de mis textos que tambien interviene una especie de sombra, la que siemprr nos acompaña sin nosotros mirarla.
Genial, como siempre!
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