lunes, 13 de julio de 2015

Menos mal que solo creí verte

Y menos mal que solo creí verte. Esas calles están malditas desde que pasamos por ellas. De repente no nos conocemos, somos extraños y deberíamos fingir que no sabemos el nombre del otro. Pese a que aún recuerdo tu cumpleaños. Qué situación tan macabra. Hablaríamos del calor que hace, de cómo van nuestras vidas, y quedaría en segundo plano hablar del por qué realmente hablamos o el por qué no hablamos. Ni siquiera sería hipocresía, solo una conversación de autómatas. Pero la parte de nuestra mente que aún siente, aún recuerda y aún actúa de forma consciente se estaría preguntando a gritos qué hacemos allí. Por qué hemos roto la rutina nómada de nuestras vidas para pararnos a contemplar una huella en el suelo ya casi borrada. Se preguntaría también por qué nos ponemos a hablar de gilipolleces cuando quedaron tantas cosas por hablar. Por qué nos damos la mano y no un puñetazo. Y por qué un café con leche si a mí no me gusta el café. Por qué mirarte a los ojos de vez en cuando mientras hablo; en el fondo es obvio que hablamos para nosotros mismos, sin importar el otro. 

Supongo que el miedo a perder esa batalla de egos acelera brutalmente mi corazón cada vez que paso por esas calles.

 Menos mal que solo creí verte.


No hay comentarios: