martes, 17 de mayo de 2011

Un secreto

Me destrozas, me asesinas, me revives, mutilas de mi cuerpo la moral, la ética la cordura... A veces quisiera buscar la llave. La llave de lo prohibido, lo maligno, lo inmoral, lo profundamente tentador... Y a veces sólo puedo levantarme y verte pasar, sentir cada descarga eléctrica en mi mirada y mi olfato, sentir como el fuego quema en mi imaginación y mis más ocultos sueños... No se lo diremos a nadie. Será un secreto de dos. Será un secreto sin palabras, de esos que lo son realmente. Sé que abriré la ventana, y cogeré la planta, y la regaré; sí, la regaré mientras te veo no pasar por delante de mí y te siento sin pensar en tí. Puedo seguir así, realizando tareas cotidianos, fingiendo no verte, no escucharte, no pensarte y no olvidarte. Puedo fingir una vida en la que mi cuerpo se acostumbre a las brutales descargas eléctricas. Pero será un secreto, sí, un secreto de dos. Un secreto que mataría por olvidar y por el que reviviría todos los días para recordar. Me asesinas y me revives. Me paralizas y a la vez me haces moverme, suave, desesperantemente dócil, como un autómata. La maceta de la planta ya rebosa de tanta agua. Además ha anochecido y este frío me sugiere cerrar la ventana de una vez. ¿Pero por qué? Porque es un secreto. Pero si dentro no estarás. Pero no importa, mejor me parece quemarme que apagar la hoguera. Además podré mirar a esa gente no quemada, hablar con ella, saludar y despedirme, ignorarla, apreciar y querer a toda ese gente. No importa, puedo hacer lo que quiera, nadie ve mis quemaduras. Nadie lo sabe, nadie sabe nada. Porque es un secreto. Es un secreto que me tortura cada vez que te veo. Pero es un secreto. Es nuestro secreto.


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