Hoy he abierto esa caja donde escondí tus palabras. Encontré una
espada, esa espada con la que solías atravesar corazones hasta que la víctima
descubría jadeando que solo había sido un sueño, tan excitante como doloroso.
También tu reloj de arena, con sus dos receptáculos perfectos: uno para la
felicidad y otro para la indiferencia. Solías girarlo a placer, te burlabas del
tiempo, al fin y al cabo tú tenías todo el que querías pues otros te lo
regalaban. Encontré parte de tus sueños, pues alguna que otra vez me los
describiste vagamente, supongo que eran tus momentos de debilidad.
Ahora me la llevaré, dejará de ser una cárcel de pasado para ser
un motel barato lleno de presente. La
llenaré de muchas otras cosas para que las tuyas sean insignificantes, me daré cuenta que pese a todo viví y que esa
caja solo contiene las pruebas de ello. Me hará recordar que ahora tengo cajas
mucho más grandes, que tengo ganas de vivir y recogerlo todo en cajas, que
quizá algún día haga un museo de momentos y te llame para decirte que hay dos
por uno en las entradas, que puedes acompañarme si quieres.
Opto por pintar mi presente inspirándome en el arte del pasado.
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