miércoles, 14 de mayo de 2014

El tren volador

Nos veremos en la puerta de la aeroestación, sí, de acuerdo, allí estaré 5 minutos antes de que embarques. Tu mirada quizá sea algo así como qué tal la vida, qué ganas tenía de verte, mientras que la mía será más bien un cállate y bésame, que solo tenemos cinco minutos, que hace una eternidad que no me besas, que de hecho nunca me has besado. Pero se retrasará mi aerotren, que si había muchas nubes, que si qué sé yo. Y tú, claro, tienes que subir al tuyo. Te diré que ya he llegado, que bajes un momento, que nadie se dará cuenta. Pero daré la vuelta justo cuando digas que ya te has acomodado y no te apetece bajar, que no pasa nada, que nos veremos a la vuelta. Quizá no hayas acabado de decírmelo cuando lance el teléfono contra el aerotren, rompiéndole un ala. Y los de seguridad me detendrán, me preguntarán que por qué lo he hecho, y yo responderé que si los trenes vuelan, por qué no los teléfonos.


1 comentario:

Soy humana y por ello soy vulnerable dijo...

Vuelta a leerlo, vuelta a encantarme. Tanto el ritmo, como el final tan despiadadamente brutal.

Y como los segundos que anidan en cada palabra del tiempo, tan fugaces como los momentos.